En ocasiones y cuando menos te lo esperas viene a ti una fantasía. Un acto, una mirada o simplemente tu mente necesita evadirse y crear una fantasía que te hace subir la adrenalina. Eso mismo me ha sucedido esta mañana. No sé como habrá venido, ni por qué, pero te he imaginado a ti, sí, a ti desconocida follando porque no tiene otro nombre. Follando con tu amante, con tu pareja, con tu marido. No importa quien es él, solo que te folla hasta que os sentáis en un sofá ancho. Yo os he observado, notando como mi miembro ha crecido por momentos hasta que me he visto obligado a meterme la mano en los pantalones y acariciarlo.
Él sentado con la polla igual de dura que yo y cubierta por todos tus flujos. Tú apoyando tu espalda sobre su pecho y dejando tu sexo y tus pechos expuestos a mi. Esa piel oscura de él contra tu piel blanca. Su miembro poco a poco entrando y saliendo de tu sexo hasta que decide follarte el culo. Ese culo cerrado ahora mismo que se niega a ser violentado, pero sabes que en el fondo lo deseas y notas la presión de ese falo apuntando. Te mojas los dedos con tus flujos y los desplazas hacia atrás para lubricar la entrada.
La presión aumenta y el dolor te va atravesando. No importa, acabará desapareciendo. Yo sigo excitado, más y más y deseo abalanzarme sobre vosotros dos. ¿Porque no?, será maravilloso follarme a una mujer y a un hombre. Estoy tan excitado que no quiero hacer distinción solo quiero placer.
La polla de él entra, encajando hasta el fondo de tu precioso culo. Notas sus caderas contra tus nalgas y en ese momento decido acercarme a vosotros. Salgo de donde estoy lentamente, viendo la cara de él sudada por el esfuerzo físico de la posición; a ti con el pelo en la cara ya de por si enrojecida. Tus pezones duros y ardiendo, tu sexo completamente mojado y abierto.
Me acerco más y te beso. Te beso con pasión, enredando nuestras lenguas y aferrando mi mano a tu cuello. Aprieto y jadeas sordamente. Me excito más. Me deslizo hasta tus pechos y los sobo, los beso, los mordisqueo. Gimes nuevamente de placer mientras el otro empieza a moverse ritmicamente para que sientas su polla en tu culo. Sigo descendiendo hasta tu sexo y lo miro. Perfectamente rasurado. Mojo mis dedos metiéndotelos en tu boca; los cuatro. Acto seguido sabes donde van a ir.
Entran lentamente, pero entran. Primero con dolor, como sucedió con tu culo, luego mejor. Mi movimiento es simple pero efectivo. Los hago balancear dentro de tu coño, golpeando las paredes de tu vagina y sobre todo tu punto G. Te muerdes los labios, estás tan cachonda que ni tan siquiera eres capaz de pararte a pensar en esas implicaciones de las que todos hablan. No te importa nada, sólo es carne y placer. Mis dedos se mueven, más y más, incluso me permito el lujo de acariciar los huevos de tu chico para que se ponga más cachondo y te folle más fuerte. Noto su verga a través de las paredes de tu vagina. Oh poderoso semental!!
Un calambre recorre tu cuerpo. La tensión de tus músculos viene a continuación. Dolor y placer se entremezclan cuando llegas al más salvaje de los orgasmos y justo cuando vas a gritar él te tapa la boca y te abraza con fuerza. Tu grito se ahoga en sus manos y tiemblas como una hoja al viento. Le odias, me odias, odias al mundo y a ti misma por dejarte llevar y más con un extraño pero el placer queda en tus entrañas golpeándote por todas partes.
No he acabado. Te obligo a abrir las piernas. Y me meto entre ellas. Mi polla está dura, carnosa y muy deseable. Me encajo en ti y notas la presión de tener dos falos en tu cuerpo. Salvaje y brutal sensación. Me abrazas y clavas tus uñas en mi espalda. Quieres besarme pero él te agarra por los pelos y te susurra – No.
Entonces fuerzas tu cuello y lo besas a él. Lo besas y él te besa con pasión. Yo tan sólo soy un desconocido que ha decidido follarte. Verte correr y ver tu fantasía realizada.
Me clavo más en ti. Mucho más profundamente a la vez que mis dedos pellizcan tus pechos. Me muerdo los labios y sigo golpeando el interior de tu sexo. Una y otra vez. La presión es intensa. Te vas a correr por segunda vez. Cierras los ojos y jadeas. – Correos, … conmigo. – Aumentamos el ritmo de nuestras penetraciones. – Correos conmigo, en mi – Ni acabas la frase, te corres. Él y yo nos corremos poco después, ni tan siquiera acompasados. No importa, la leche golpea contra todo, a presión. Quedando los tres unidos por la carne y el placer. Consumidos. Satisfechos. Satisfecha.