Es agradable, en invierno más que en verano, quedar atrapado debajo de las mantas y aislarte del frío exterior que te rodea. No importa cuán aislante sea la casa o si tienes esa calefacción que te permite tener una temperatura idónea en casa.
Lo que es agradable es ir cayendo en el sueño erótico del tacto de las sábanas y las mantas que te protegen y te van metiendo en la carne no existente que tu cerebro va a crear para ti. Cuando notas los labios de una mujer desconocida, o el culo de un chico que te ha llamado la atención en el supermercado o el sexo húmedo de una mujer de treinta y seis años que conociste en el bautizo de tu sobrino.
Esa sensación tan intensa, tan pecaminosa y tan pornográfica que te invita más y más a correrte…